Perdona siempre a tu enemigo. No hay nada que le enfurezca más.
Oscar Wilde
Cualquiera puede dominar un sufrimiento, excepto el que lo siente.
William Shakespeare
La (corta) historia alternativa - Offtopic
Fantásticas campañas donde reinan la sangre, las imprecaciones, el falso cáncer y las risas. Blancas noches de morbosos e incomprensibles sueños que acaban en la más inmunda de las mañanas. Ambas sensaciones son, indudablemente, tan infinitas como enigmáticas. Pero ninguna se compara con el estridente sonido proveniente de aquella cueva de la leyenda. No es esta una emoción superior a las anteriores: es, simplemente, distinta. Es este día, pasada aquella noche donde descendimos a la caverna, que puedo contarlo todo. Puedo, pues, describir el verdadero efecto de la música proveniente de las profundidades del averno, donde las almas de los Cuatro Dioses habitan desde tiempos inmemoriales. La siguiente es la historia de ocho héroes que emprendieron la más peligrosa de las travesías.
Nuestros preparativos fueron lo suficientemente dispares como para darme la delantera en el asunto. De otra manera no podía ser. Propios y extraños me han apodado el enano de negro y, aunque aún no lo comparto del todo, me he resignado a ser llamado así. Nunca he tenido ninguna habilidad; me pregunto cuánto pasará hasta que alguien se de cuenta que no valgo nada. Luego de deambular como un boxeador latinoamericano de poca monta, encontré lo que parecía ser el acceso a la cueva. Quince metros lo separaban del mundo exterior. Así como la Gran Puerta de Kiev, que Viktor Hartmann diseñó en honor al Zar Aleksandr II (nunca construida), separaba a la actual capital de Ucrania del resto del mundo, esta diminuta entrada revestida de rojo separaba al último bastión de cordura de la caprichosa demencia. Esa locura llegaba a mis oídos desde el mismísimo centro de la caverna.
El miedo a la oscuridad y la enorme intriga fueron motivos suficientes para que ingresara sin esperar a mis compañeros de viaje. Esperaba que el tiempo me diese la razón. La soledad, incansable cómplice, dominó durante los primeros kilómetros de recorrido, pero daba la sensación de extinguirse con cada nota, con cada estocada de las voces que de un lejano lugar provenían. Muy a pesar de mi confianza, la situación se tornó grave, pero las promesas y el agradecimiento son cosas que se defienden a capa y espada, aunque no se cuente con ninguna de ellas, y sí con una botella del elixir del mal. El primer obstáculo fue una bestia auto-denominada el escocés. Su poder radicaba en movimientos idénticos al Angus de la leyenda, pero al ser solo una burda copia, fue vencido holgadamente, pese a la debilidad de mis ataques.
Es entonces que los refuerzos llegaron, para evitar el fin de todo, y el comienzo de la nada. Uno a uno, los héroes me dieron alcance. El primero en arribar fue el imprevisible, angelical y molesto ser del bosque, célebremente radiante… aunque lo único que irradie sea miedo en lo profundo de mi alma. Su principal habilidad es, justamente, amedrentar al enemigo, fastidiándolo hasta su completa rendición. Terrorífico incluso para sus aliados. El segundo, el incansable caballero, producto de las huestes del noroeste más lejano. Ejemplo a seguir a la hora de soportar las máximas torturas y compañero de mil batallas por el control del sexto día de la semana. Domina a los animales, confundiendo sus sentidos, mediante una bolsa negra. Por último, el ente que todo lo monopoliza, para desgracia de unos y para curiosa tranquilidad de otros. Su infinito poder proviene de una fuente desconocida. A pesar de su inestabilidad nerviosa puede hipnotizar a cualquier mortal. A su lado, cuatro fieles laderos que poco nos recuerdan a los Dioses de las caverna, pero reconocidos por su interminable coraje.
Así, los ocho continuamos la marcha, compartiendo el elixir que todo lo puede, intercambiando golpes por persistente aliento, para continuar pese a todo, escribiendo con cada una de esas acciones, más y más páginas en el jornal más indescifrable de la historia. Del centro de aquel averno, se sucedían también, rugidos de bestias, que de bestias no tenían nada. La intriga y el temor al ridículo se repartían entre todos, como si de una baraja de cartas se tratase. A poco de llegar a destino, fuimos atacados por los tres Guerreros Blancos. Durante veinte minutos recibimos innumerables embestidas de aquellos antiguos, pudiendo apenas defendernos. La Fortuna jugó de nuestro lado: la avanzada edad de los guerreros les impidió continuar con una ofensiva que amenazaba con poner fin al sueño. Inevitablemente, el ente protagonista desapareció en la inmensidad de la cueva junto con su banda de servidores. Ya sin nuestro frenético lazarillo, abrumados, proseguimos con la travesía. Cuando nuestra fe parecía encontrar una muralla infranqueable, la heroína perdida del sombrero negro comenzó a guiarnos con su voz, débil por el bramar de sus cuatro majestuosas bestias pero a la vez, clara y emocionante. En cinco suaves movimientos, los paladines perdidos aparecieron frente a nuestros ojos, permitiéndonos contemplar aquel infinito escenario. Tras esos movimientos, los sonidos de la caverna llegaron a su fin. El profundo silencio se hizo presente, pero era en nuestros corazones que todavía resonaba la música, imperfecta y alienable al mismo tiempo. Como dijera un sabio de la materia más vasta – la nada – ‘’lo importante es la destrucción, no la perfección”.
Luego de aquel clímax, allí en el lugar adonde nos habíamos propuesto llegar, todo acabo. Inexplicablemente, emanaron divertidas y miserables luces de alguna de las esquinas de ese centro, donde aún hoy habitan las almas de los Dioses. Esos destellos fueron nuestra nueva guía hacia el mundo exterior, ese que abandonamos horas antes. Sería otra noche de morbosos sueños. Así como el secreto de la cueva fue develado, yo he podido contarlo. Sin embargo, los bravos aventureros albergan la esperanza de volver, allí donde las almas de los Cuatro Dioses residen.
TE ABATATEEEEE!!
Nuestros preparativos fueron lo suficientemente dispares como para darme la delantera en el asunto. De otra manera no podía ser. Propios y extraños me han apodado el enano de negro y, aunque aún no lo comparto del todo, me he resignado a ser llamado así. Nunca he tenido ninguna habilidad; me pregunto cuánto pasará hasta que alguien se de cuenta que no valgo nada. Luego de deambular como un boxeador latinoamericano de poca monta, encontré lo que parecía ser el acceso a la cueva. Quince metros lo separaban del mundo exterior. Así como la Gran Puerta de Kiev, que Viktor Hartmann diseñó en honor al Zar Aleksandr II (nunca construida), separaba a la actual capital de Ucrania del resto del mundo, esta diminuta entrada revestida de rojo separaba al último bastión de cordura de la caprichosa demencia. Esa locura llegaba a mis oídos desde el mismísimo centro de la caverna.
El miedo a la oscuridad y la enorme intriga fueron motivos suficientes para que ingresara sin esperar a mis compañeros de viaje. Esperaba que el tiempo me diese la razón. La soledad, incansable cómplice, dominó durante los primeros kilómetros de recorrido, pero daba la sensación de extinguirse con cada nota, con cada estocada de las voces que de un lejano lugar provenían. Muy a pesar de mi confianza, la situación se tornó grave, pero las promesas y el agradecimiento son cosas que se defienden a capa y espada, aunque no se cuente con ninguna de ellas, y sí con una botella del elixir del mal. El primer obstáculo fue una bestia auto-denominada el escocés. Su poder radicaba en movimientos idénticos al Angus de la leyenda, pero al ser solo una burda copia, fue vencido holgadamente, pese a la debilidad de mis ataques.
Es entonces que los refuerzos llegaron, para evitar el fin de todo, y el comienzo de la nada. Uno a uno, los héroes me dieron alcance. El primero en arribar fue el imprevisible, angelical y molesto ser del bosque, célebremente radiante… aunque lo único que irradie sea miedo en lo profundo de mi alma. Su principal habilidad es, justamente, amedrentar al enemigo, fastidiándolo hasta su completa rendición. Terrorífico incluso para sus aliados. El segundo, el incansable caballero, producto de las huestes del noroeste más lejano. Ejemplo a seguir a la hora de soportar las máximas torturas y compañero de mil batallas por el control del sexto día de la semana. Domina a los animales, confundiendo sus sentidos, mediante una bolsa negra. Por último, el ente que todo lo monopoliza, para desgracia de unos y para curiosa tranquilidad de otros. Su infinito poder proviene de una fuente desconocida. A pesar de su inestabilidad nerviosa puede hipnotizar a cualquier mortal. A su lado, cuatro fieles laderos que poco nos recuerdan a los Dioses de las caverna, pero reconocidos por su interminable coraje.
Así, los ocho continuamos la marcha, compartiendo el elixir que todo lo puede, intercambiando golpes por persistente aliento, para continuar pese a todo, escribiendo con cada una de esas acciones, más y más páginas en el jornal más indescifrable de la historia. Del centro de aquel averno, se sucedían también, rugidos de bestias, que de bestias no tenían nada. La intriga y el temor al ridículo se repartían entre todos, como si de una baraja de cartas se tratase. A poco de llegar a destino, fuimos atacados por los tres Guerreros Blancos. Durante veinte minutos recibimos innumerables embestidas de aquellos antiguos, pudiendo apenas defendernos. La Fortuna jugó de nuestro lado: la avanzada edad de los guerreros les impidió continuar con una ofensiva que amenazaba con poner fin al sueño. Inevitablemente, el ente protagonista desapareció en la inmensidad de la cueva junto con su banda de servidores. Ya sin nuestro frenético lazarillo, abrumados, proseguimos con la travesía. Cuando nuestra fe parecía encontrar una muralla infranqueable, la heroína perdida del sombrero negro comenzó a guiarnos con su voz, débil por el bramar de sus cuatro majestuosas bestias pero a la vez, clara y emocionante. En cinco suaves movimientos, los paladines perdidos aparecieron frente a nuestros ojos, permitiéndonos contemplar aquel infinito escenario. Tras esos movimientos, los sonidos de la caverna llegaron a su fin. El profundo silencio se hizo presente, pero era en nuestros corazones que todavía resonaba la música, imperfecta y alienable al mismo tiempo. Como dijera un sabio de la materia más vasta – la nada – ‘’lo importante es la destrucción, no la perfección”.
Luego de aquel clímax, allí en el lugar adonde nos habíamos propuesto llegar, todo acabo. Inexplicablemente, emanaron divertidas y miserables luces de alguna de las esquinas de ese centro, donde aún hoy habitan las almas de los Dioses. Esos destellos fueron nuestra nueva guía hacia el mundo exterior, ese que abandonamos horas antes. Sería otra noche de morbosos sueños. Así como el secreto de la cueva fue develado, yo he podido contarlo. Sin embargo, los bravos aventureros albergan la esperanza de volver, allí donde las almas de los Cuatro Dioses residen.
TE ABATATEEEEE!!
Written and Posted by Cesar de la Luz
Dedicated to Mackie Uchina, Lala Bongio and Catriel ‘Joe Jonas’ Balias
Dedicated to Mackie Uchina, Lala Bongio and Catriel ‘Joe Jonas’ Balias
Creo que los niveles normales de locura, estado de gracia, batata y dispersión se excedieron por mucho…
QUE CARAJOOOOO' QUE CARAJO ES ESOOOOO?
ResponderEliminar"Dedicated to Mackie Uchina, Lala Bongio and Catriel ‘Joe Jonas’ Balias" XDDDD Eso lo explica todo..