martes, 25 de enero de 2011

Vida y muerte después del innombrable


A la siguiente noche, los demonios bailaron sobre los tejados de Arkham, y una locura
desenfrenada aulló en el viento. Por la enfebrecida ciudad flotó libre una maldición,
de la que algunos afirmaban era más grande que la peste, y otros que era el mismísimo espíritu encarnado del mal. Un abominable ser ingresó en ocho casas desparramando la muerte roja a su paso… abandonando el mudo y sádico engendro un total de diecisiete cadáveres, para luego huir.
H.P. Lovecraft [Herbert West: Reanimator]


Stream Deluxe – Review Eventos

Todas las ciencias y científicos (con excepción de Herbert West) fracasaron, fenecieron, cuando se propusieron abordar el tema de la resurrección. Millones y millones de dólares se han despilfarrado en estudios absolutamente inservibles, que solo sembraron el terror en quienes no lograron ese resultado tan deseado: devolver la vida a eso que ya no forma parte del mundo. El punto es que no me refiero solo a esa muerte más bien material, proceso donde el hombre deja de respirar, su corazón deja de latir y su cerebro, de funcionar. También hago alusión a esa muerte que es mucho más horrenda: cuando el alma ya no nos pertenece, cuando se escapa, espantada por algún hecho inenarrable. Típica situación: suponga que se cruza con el peor de los seres - ese que transforma el agua en vino y en agua nuevamente - al pie de una escalera gris, en el medio de una noche que debería ser de pura diversión. El sufrimiento y la locura pueden alcanzar niveles estrambóticos, haciendo que el alma se pudra. La ciencia no va a ayudarlo, lo va a dejar completamente desamparado. Detener un tren con las manos se convierte, entonces, en la mejor y más obvia de las opciones

Pero hay algunos que nunca te abandonan. Hay quienes están ahí en las buenas, muy buenas, pero también (y especialmente) en las malas o muy malas. Se ríen con vos cuando tu vida es muerte, y te levantan cuando estas en el piso siendo masacrado por una güits (de esas que Impa escucha a cada rato). Esas personas nunca te defraudan, y te abren las puertas del inframundo lleno de vida, para que puedas caminar sobre la alfombra sanguinolenta que lleva directo a la gloria. Por supuesto no estoy hablando de la puta ciencia. Tampoco me refiero a los amigos. Muchos menos a Rexona. Estoy hablando de Los Parraleños; esos que reviven a los muertos.

Ellos rescataron al público de un autentico y aberrante papelón, y lo llevaron al tan ansiado mundo repleto de pacífica y redentora muerte. Le salvaron las papas a unos cuantos e hicieron olvidar más de tres horas de bodrio sideral. Y sobre todo, socorrieron a ese que estaba llorando, a la par del dantesco Tank. Lo anterior solo puede ser explicado (no necesariamente entendido) a través de una clásica reseña bichificante. Aclarar, dicho sea de paso, que el tiempo no ha pasado en vano, y tal vez mis habilidades a la hora de escribir hayan sido afectadas por los acontecimientos y decepciones recientes, ya sea para bien o para mal…

Después de docenas de eventos animeros (nocturnos y diurnos) en el Centro Cultural Buen Ayre, Jigoku Argentina dijo ‘basta’ (así como nosotros decíamos ‘este lugar ya me tiene las pelotas por el suelo y la puta madre que los parió a todos, no vengo más’) y decidió moverse hacia el norte de la ciudad, al gregoriano y asqueroso barrio de Palermo, para la primera convención importante del presente año: Stream Deluxe. El lugar en cuestión era Groove, antro bolichesco conocido anteriormente como ‘Metropolis’ (cuna de la música de mierda). La expectativa era minúscula, la incertidumbre ante un lugar completamente nuevo para el fandom, inconmensurable. Minutos antes de las once de la noche (horario de apertura) ya estábamos en la fila, esperando para ingresar. Y la organización, ahí, ya comenzó a flaquear. Las puertas recién se abrieron doce menos veinte, propiciando espectáculos denigrantes de una sarta de pelotudos/as que no hacían más que justificar a esos que después en la calle dicen ‘ahí va un rarito’. El boliche zafaba, más que nada por el tremendo escenario que auguraba shows de calidad, tocase la banda que tocase (¿?) y por la gran cantidad de barras, cosa imposible de comprender, sobre todo teniendo en cuenta la exigua oferta de bebidas y la nula demanda. Supuestamente había un par de pantallas gigantes pero brillaron por su ausencia, así como brillaba la flameante luna en medio de la mortecina noche porteña.

El comienzo fue detestable gracias a más una hora de música electrónica. Es decir, no está mal que pasen ese tipo de basura… en una fiesta de egresados o cosa parecida… pero en un evento animero… más valía abrir con algo distinto, tipo folklore o música celta. Resultado: cinco minutos adentro y prácticamente te invitaban a retirarte con toda cortesía. Ni siquiera el ‘alcohol con vodka’ que vendían era aliciente en el medio de semejante bodrio (nunca nadie, en la historia de la humanidad, pudo imaginar que le pusieran ese nombre tan trucho a una bebida). Las cosas mejoraron cuando empezaron a verse en las ‘pequeñas’ pantallas openings y endings de anime, que oscilaban entre el más estupendo clasicismo (Slayers, Captain Tsubasa, Evangelion), pasando por misilazos como Blurry Eyes (DNA2) y Haruka Kanata (Naruto), hasta llegar a un presente más ominoso (K-On! o Dragon Ball Kai). Cánticos y habitual pogo para acompañar el único momento que diferenciaba a Stream de una fiesta de egresados.

Entonces el abismo se abrió entre el público y el escenario, para dar la bienvenida a uno de los peores intentos de banda que jamás hayan pisado suelo argentino. Su nombre, incomprensible y demencial, era: D’s Air… o sea, eso… no se si me explico bien… una mierda. Al que se le ocurrió eso, indudablemente debe estar pudriéndose en una fastuosa tumba del cementerio de la Chacarita, enterrado bajo una millonada de bidones y garrafas, que hacen explosión cada vez que alguien nombra a la banda. Solo realizaban covers, con un repertorio tan diversificado como desolador, con un líder que más de un lector asiduo (y trastornado) de este blog recordará de otros eventos de Jigoku. El tema fue que no subió a cantar de primera (le había ‘venido’ entonces se retrasó – cuac - un poco), y en su lugar dejó a Edward Cullen, también muy conocido animador. El muchacho es medio copado pero canta como el reverendo ojete y tiene movimientos lentos, solo comparables con los que solía tener el rey de la galaxia y gitano de gitanos, Sandro of America. Y la banda no se quedaba atrás: pifiaban todas las notas que podían e incluso más… disfrutaban aturdir al público con su bazofia. Muy, muy triste, sinceramente.

El evento había caído en una fosa, cuya lápida tenía una clarísima inscripción ‘Stream, porquería centenaria’. El bloque de metal por fin tuvo un tema de Maiden, algo pedido desde tiempos inmemoriales por su servidor, que veía como pasaban y pasaban las canciones, pero nunca sonaba algo de la indecible Dama de Hierro. Y ahí comenzó a acechar el Alien. Ese que no puede desaparecer aún y siempre espera agazapado, para embestir con su baba intergaláctica. La tristeza volvía a dominar el alma fétida de un ser que murió hace rato. Mientras tanto, siete cavernosos kumbieros-samurai se preparaban sobre el escenario de Groove. Pero entonces la cordura se perdió, al aparecer ese innombrable ser que fue, es y será odiado, por los siglos de los siglos. Cayendo de los techos, podía observarse una horda infinita de zombies, listos para asistir al Alien en su empresa más macabra.

Como solo un par de personas en el mundo pueden tener un nivel de desquiciamiento tan inmenso para entender el párrafo anterior, sigo relatando lo que el evento deparaba.

A las 2.50 del sábado 22 de enero del año 2011, comenzó a sonar la obra maestra del genio Ennio Morricone y tema principal de la película “Per qualche dollaro in più”. Era el preludio de la salvación. Los Parraleños, ataviados ridícula y magistralmente como siempre, ya estaban haciendo historia grande. No existe palabra, ni siquiera en el argot del dios Lovecraft, que pueda describir lo que fue el show; tal vez ‘ominosamentehermoso’ sea algo cercano, no estoy seguro. Quién podría estarlo, después de esa hora, en la que los muertos se levantaron, y bailaron sobre el insondable océano de bidones. No faltó nada: el repertorio fue delirante; los coros, infinitos como el odio; los solos de guitarra, hipnotizantes e inmensos; el público caía rendido a los pies del danzarín líder y sus laderos del infierno. Los clásicos ‘Megadeth’, ‘Esta Noche’, ‘Mazinger’ y ‘Acedecé’ fueron complementados con una retahíla de explosiones tales como el bichificante Pegasus Fantasy (aún no se entiende como pudimos GRITAR el último ‘te abatate’, ya que no teníamos voz), ‘Blurry Eyes’, nuevamente (que desató las lágrimas de Tank – CG dixit) y los inolvidables ‘Gohan’ y ‘Ya no sos igual’, que cerraron el concierto. Al carisma de Met, se le sumó la guitarra inenarrable de Niko, que se tocó la vida o más, un Sly (teclado) que estuvo imparable, y Batata que rompió los timpanos de todos desde lo lejano de su batería. El público abajo, bailó, cantó, pogueó, rompió, pateó, jugó, saltó y brilló al ritmo de The Parraleins, esos que el puto de Hyde dice no conocer, esos que no te abandonan y te salvan el alma haciendo llorar a Tank.

Después de semejante cosa, habían dos opciones: o quedarse a ver como el resto del evento era opacado por el reciente show, o bien emborracharse e ir a Plaza Italia a ponerse en bolas y quedar colgado de las rejas cual crucificado. Optamos por una intermedia, no sin cierta reticencia. Después de un concurso que prefiero no recordar, y tras los tequilas más berretas del universo salimos en busca de aire y tranquilidad. La caminata siguiente por Avenida Santa Fe tuvo cánticos, reproches, recuerdos, carcajadas, todo mientras varios timbres eran tocados. En Retiro llegó el golpe de gracia del Alien, que luego se escondió cobardemente, tras la pared que separa al bien del mal, al amor del odio, a la parcialidad total de la totalidad parcial.

El debate se centra, ahora, en algo que con seguridad se repetirá durante el resto del año: conviene soportar cuatro o más horas de un evento de mierda tan solo para disfrutar sesenta minutos de orgásmica bichificación? Francamente no lo sé. Soy partidario de aquellos que se rinden fácilmente, de esos que cuando están perdiendo la batalla, izan la bandera blanca; pienso que cuando no se puede ir en contra del absurdo (y auzurdo) destino, lo mejor es bajar lo brazos y retirarse. Por eso no lo se. Este es, lamentablemente, un mundo de ciencia, y no un mundo parraleño, donde la joda excede a cualquier innombrable hijo de mil puta. El puntaje del evento es 0 zenkos. El puntaje de Los Parraleños es 80 zenkos.

CUANDO BAJAN LOS EGRESADOS?

Written and Posted by Cesar de la Luz
Dedicated to Catriel Balias, Agus Impagliazzo and Emi Aubet