miércoles, 4 de junio de 2014

Entrevista exclusiva a Martina Stoessel: “Me gusta calentar a los papis"

El monstruo escapa a toda posible descripción. No existe un lenguaje adecuado 
para ese infinito horror inolvidable, aberrante negación de toda la legalidad de la materia,
 la fuerza y el cosmos. Era como una montaña caminando. Dios mío!
H.P. Lovecraft [The Call Of Cthulhu]

El periodismo es una inmensa catapulta puesta en movimiento por pequeños odios.
Honoré de Balzac

En defensa propia - Offtopic‏

A cuántas niñas les ha cambiado la vida? Cuántas han visto derrumbarse la vetusta estructura que albergaba su concepción de la vida y erigirse, en su lugar, un templo de magnificente estupidez? Cuántas se han congregado alrededor de su música y devorado hasta la última de sus palabras, con demencia loca, luego de peregrinar por los jardines de la mentira? Y cuántas sueñan con ser como ella, un ser de dudosa y ominosa valía? No lo sabemos. No nos importa. Por qué? Porque las mayores atrocidades de la historia de la humanidad fueron perpetradas en pos de la insondable entidad que nos da de comer, nos educa y nos cura: el dinero. Esta inmensa tragedia moderna (para padres y adultos en general) es una consecuencia lógica del afán macabro de empresarios desalmados, simiescos, por taparse con sábanas hechas de dólares. Es, nuestra protagonista, tal y como lo fueron otros y otras, un típico producto de corporaciones que buscan maximizar sus beneficios en detrimento de los trabajadores, indefensos ante los desesperados pedidos de sus pequeñas hijas, que sueñan con ser como ella. Así es: la papela le permite a la tal Tini Stoessel, existir, ser.

Como todo fenómeno inexpugnable de masas, requiere de alguna base explicativa; aquí trataremos de descuajarlo y volver a transmutarlo, con muy poca rigurosidad, claro. Tras una escueta investigación – reducida a la lectura de un par de ligeras notas periodísticas y cinco minutos de la serie en cuestión (no aguantamos más que eso) – tendemos a creer que el mundo se fue a la concha de su puta madre y es por eso que una locura demencial como Violetta se convirtió en un éxito monstruoso. No es descabellado suponer que se presentó como el único producto que no desperdigaba los valores horrendos y prostibularios de estos tiempos (en comparación). Puede que la masa - la que te despedaza - haya sido conquistada por la extravagante idiotez de la jovencita, que nos recuerda a la tarada de Patito Feo. Por supuesto, deberíamos ahondar sobre un tema fundamental para la delirante causa nacional y popular: el rol de los medios de comunicación, el incesante bombardeo de productos de todo tipo y factor con la cara (de pelotuda) de Martina Stoessel. Probablemente, ante semejante insistencia por parte de las vilipendiadas propaladoras (con el dantesco imperio Disney a la cabeza), hasta nosotros bien pudimos vernos atraídos por tales tópicos. No suena a delirio pues los protagonistas de la tira juvenil no tienen el carisma de otros, la cuestión amorosa es escabrosa, y la antagonista no es más que otra zorra despreciable que ni siquiera puede ser despreciada en su carácter de zorra. Por último, la teoría que abona quien escribe estas líneas, es que los padres y madres han decidido que a sus hijas debe gustarles esta porquería, es por eso que despilfarran una montaña de dinero en artículos de Violetta, tal y como lo hacían en tiempos mucho más mozos (sin la rampante devaluación) de Casi Ángeles, Bandana, Chiquititas, etc.

Esta teorización poco seria, pierde la poca seriedad que tiene cuando responde a la penosa necesidad de apelar a la joven más amada por las niñas para levantar este sitio que hubo de internarse, primero, en las sombras de lo ominoso, luego devorado por la bestia de la bestia, y más tarde rescatado de la ignominia por la misma desgracia que lo había hecho desaparecer.

El lector de toda la vida se preguntará cómo mierda podrían tres hombres blancos, unidos por el inmenso y triste poder de la locura, peligrosamente cerca del alcoholismo, fanáticos de la sobre-adjetivación, retrógrados desde la creación, entender este fenómeno que nos explotó en las manos durante el mes de mayo. La respuesta no debería sorprender: nunca lo vamos a entender, somos unos viejos chotos. Pero sí nos parecía muy útil conocer y comprender al ente que despierta a esas incomprendidas bestias amorfas que descuajan al maldito barrio de Palermo y excitan a las mafias ambulantes del mundo ambulante. Recién declarada Embajadora cultural por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (si, embajadora, para morirse), millonaria a partir de su infame personaje (si, millonaria, para morirse), escritora (si, escritora, para morirse), era el momento propicio para que Martina iluminase a sus peregrinos con la palabra. Pero nos ganaron de mano los tanques editoriales (Gente, Caras, Hola, y todas esas huevadas que leemos cuando tenemos dos minutos al pedo pero que luego de otros dos minutos olvidamos para siempre). El bache en el sistema que nos permitió acceder a la nota es algo intrincado y requiere de bastante imaginación. Francisco (si, Francisco, para morirse), hermano de Tini, sacó un crédito personal en el Banco Supervielle para poder comprar una foto que, eventualmente, lo sometería al escarnio público y destruiría a toda la puta familia feliz. El querido Roberto F. descubrió este recoveco por mandato del azar, obtuvo el número telefónico de Pancho y lo intimó a cancelar todas las cuotas del crédito antes del día 28/5 (adujo cuestiones operativas de la entidad, una boludez). Como todo familiar de celebridad, el muchacho cree tener la llave para solucionar todos sus problemas: ‘cómo podemos arreglarlo?’. Muy a pesar de su intercesión, la última palabra siempre sería del padre de la criatura, Alejandro Stoessel, otrora productor de Tinelli. Al viejo hubo que pagarle putas, alcohol y merca para convencerlo; todo corrió a cuenta del mismo Francisco (cualquier similitud en el artilugio discursivo, con otro utilizado anteriormente en este blog, se debe a la falta de inspiración, sepa disculpar).

Tras una épica pero escandalosa reunión final entre los entrevistadores (nosotros) y el representante de Tini (su padre), en la que se nos advirtió una docena de veces que no podíamos hacerle preguntas de índole sexual a la joven de ‘apenas’ 17 años (cuestión que causó un importante enfrentamiento dentro de la hermandad), fuimos autorizados para realizar la nota, más precisamente, en los estudios donde se graba ‘Violetta’. Aquí la entrevista completa que nos concedió Martina Stoessel:

LHDZ: Hola, Martina, cómo estás?
MS: Hola chicos, todo bien.
LHDZ: Te dijeron alguna vez que sos una pelotuda?
MS: Qué cosa?

Todo acabó en tragedia, en fuego infinito, en caos desbordante y devorador. Alejandro Stoessel salió disparado de su asiento de cuero hecho de boa y comenzó a increparnos. Nada agradable salió de su boca, más bien parecía molesto. Una actitud extraña si tenemos en cuenta que no hubo ninguna pregunta en clave sexual (creíamos que, salvo aquello, podía preguntarse cualquier cosa). La expresión de su hija vendría a encuadrarse entre el asombro soporífero y la indiferencia más rancia, sinceramente no nos importaba: priorizamos nuestros valores democráticos, republicanos, de plena libertad de expresión, sin importar las heridas. Recibimos, de parte del equipo ‘tinista’, maltratos de diversa índole, merecedores de acciones judiciales. Sin embargo nuestro temple ha sido siempre envidiable y solo contestamos con una sarta de puteadas realmente muy graciosas, que pudieron ser escuchadas por los horripilantes actores de cuna europea que forman parte del bodrio que ahí se filma.

Una situación, también hilarante, se produjo al abandonar el set de grabación de ‘Violetta’, tras la fallida nota con su protagonista. Tuvimos la dicha de cruzarnos con el celebérrimo Juan Pedro Lanzani, novio de Martina, antigua gloria juvenil (es factible que ya nadie recuerde a los Teen Angels), hoy mediocre actor de una serie para adolescentes anormales de ribetes pornográficos (Aliados). Nos saludo cordialmente y recordó (de inmediato) las peripecias de la entrevista que le hicimos hace ya TRES larguísimos años. Por supuesto que el muchacho se llenó de plata vendiéndole drogas a los pibes en su momento; y como no podía ser de otra forma, hoy sale con la figura máxima para poder seguir en el negocio (de la droga). Tuvo la amabilidad de regalarnos unos pines que decían ‘NO bullying’... Momento aciago para la raza humana. Este flagelo de los famosos abrazando cualquier causa, sin importar si saben de qué mierda hablan, nos condena a ser un país tercermundista hasta que se acaben los tiempos.

Somos indiferentes ante el desafío de Martina Stoessel por convertirse en una estrella con un brillo exento de toda la parafernalia desquiciante de Disney. Los arreglos por izquierda con el régimen peroncho del baboso ingeniero Macri, el desconocimiento de los contratos firmados con la multinacional por parte de su padre y representante, la batalla entre su deseo de trascender a las fronteras de la enfermedad y el deseo de los infantes que la quieren ver siempre como ejemplo de castidad, son todos temas mucho más interesantes, pero que no merecen mayor desarrollo. Huelga decirlo, Tini ha vendido tickets en ciudades que la mayoría de nosotros jamás conoceremos, ha movilizado a cientos de miles de pequeñas hacia la estatua ecuestre de Avenida del Libertador y Sarmiento, ha publicado un libro que seguro será best-seller. Pero Tini jamás tendrá éxito en la empresa más difícil de todas: masividad y calidad, y ofrecerle al público adulto, que acompaña a las niñas, algo que no le produzca ganas de vomitar.

Imagino ya los epítetos que nos serán concedidos: “envidiosos del orto”, “no entienden nada”, “no los conoce nadie”, “se hacen los graciosos y no les sale”, “Tini hace lo que le gusta, tiene millones, y ustedes tienen un laburo de mierda donde les pagan dos pesos”, “es joven y hermosa y la gente la ama y a ustedes no los quiere nadie, forros”, “si no les gusta por qué hablan de ella?”. Y así, ad-infinitum. Aquellos que no comprenden que esta no es más que una descarnada opinión sobre la calidad de los hábitos de consumo de una sustancial proporción de la sociedad (los infantes), les recuerdo que esta es, efectivamente, una puta opinión sobre la calidad… etc. Sostenemos, desde un ámbito oscuro y deleznable (poco adulto, hay que reconocerlo), que todo el universo creado alrededor de esta piba, descrito en esta reseña de manera más bien libre, es una inmensa garcha. Imaginamos que a muchos padres, amorosos con seguridad, les resulta aún más repugnante que a nosotros. No nos importa.

DIOOOOOOS HAA MUEEERTEEOOO. E YO LE VEE MOREEEEEEER!!!

Violetta by JF.

Idea: Roberto Fantini, Carlos Guzmán y Cesar de la Luz
Autor: Cesar de la Luz. Dibujo: Juanita Frijoles
Dedicado a Pancho Bergoglio

Aclaración: nos vemos en la obligación de especificar que el texto que antecede a estas palabras carece de toda veracidad. No sea pelotudo y no nos acuse de difamar a nadie. LHDZ.