El 50% de la gente no vota, y el 50% no lee diarios. Espero que no sea el mismo 50%.
[Gore Vidal]
No preguntes que puede hacer tu país por ti. Pregúntate que hay de comer.
[Orson Wells]
Frutas y verduras para todos – Offtopic
Hace poco más de dos años – exactamente el domingo 28 de junio de 2009 –, en una noche que distó muchísimo de otras noches, este humilde servidor del averno escribió una reseña, tan sencilla como la tabla de derivadas o de integrales, titulada ‘Gripe K’. En ella se relataban (con un rigor y un léxico terriblemente limitado - que todavía se conserva en estos lares, con orgullo y desesperación lo digo) las peripecias vividas por los argentinos en aquel último fin de semana del mes que muchos desearían olvidar para siempre; y se analizó la tenebrosa derrota oficialista en las elecciones ‘de medio término’ de esa jornada macabra. La reseña nunca vio la luz. Los motivos resisten a todo tiempo, y su carácter inenarrable y despigmentado hace de ellos algo detestable. Las rejas amarillas que separan al mundo de los vivos del épico inframundo de sal gruesa marca Dos Anclas cayeron, para dar lugar a la locura ininteligible de los que alguna vez fueron inocentes y principescos.
Fueron días felices, pero imposibles de manejar; eternos momentos, efímeros como la bondad humana, dulces como un paquete de papas fritas, dorados como el sol y, sobre todo, falsos como el 1 de Copas; un año repleto de sonrisas, y también de las más ominosas sombras. Los recuerdos de aquel invierno hermoso y perverso, incluso hoy, extienden la cruenta agonía del mundo consumido por las llamas y provocan un implacable terremoto en el alma dentro de las almas. Ni el ángel salvador del Mar de Baraja puede opacar la destrucción sin sentido. Era otra época. Era otra vida. Y, claro, era otra política. Las frivolidades de campaña, el descaro de la antigua dirigencia y sus candidaturas testimoniales, los rebotes de la crisis financiera internacional, y un poderosísimo impacto mediático proporcionado por un programa de televisión de lo más choto, torcieron el impío e implacable brazo del kirchnerismo batatero, derrumbaron su mito de invencibilidad y amenazaron la supuesta hegemonía construida desde el año 2003. Los héroes de antaño se convirtieron, entonces, en notables perdedores.
Aquel domingo gris, helado, espantoso y plagado de alcohol en gel fue, paradójicamente, la señal de alerta que le permitió al gobierno enderezar el rumbo, sostenerse allí, y alcanzar el éxito sin precedentes de las primarias de agosto y las presidenciales de hace poco más de una semana. Dichas elecciones (las de 2009), adelantadas cuatro meses debido al horror propiciado por las consecuencias aún latentes de la caída de la banca de inversión americana Lehman Brothers, fueron el pico de ‘popularidad’ de la oposición, entonces unida de las formas más insólitas y denigrantes, respondiendo solo a las burdas circunstancias. La noche del 28/6 sobrevoló un extraño rumor en el bunker kirchnerista; solo los más valientes ‘muchachos de Néstor’ se atrevieron a cantar para acallar el silencio de película que abarrotaba de desesperación los rostros K. La euforia correspondía a los vencedores, hoy personajes sombríos y andrajosos, en este universo paralelo creado por la política argentina. Parecía el límite del oficialismo. Parecía el comienzo de una soporífera debacle. Parecía el piso de un sector que pretendía alcanzar la gloria que el ‘flaco de Santa Cruz’ les había arrebatado. “Algo hay que hacer”, habrá dicho don Néstor.
Y así fue.
Dos años de infinitas medidas pseudo-populistas, de bombardeo propagandístico con ribetes descarados y escandalosos, de indecible corrupción, de agresiones y descalificaciones constantes, de vulgares batallas de egos, y de un amiguismo furibundo, fueron suficientes para revitalizar ese brazo que, una vez, pareció in-extremis débil. Y fueron suficientes gracias a la innegable bonanza económica (no tan ‘real’ como se dice), a la exaltación de la juventud como motor del crecimiento social y político (jóvenes de clase media que nunca militaron, pero sienten profunda identificación con la verdulería K y su relato fuera de serie, carente de realismo, lleno de fantasías pelotudas para pelotudos), y a la descentralización de la información, es decir, el debilitamiento sin parangón de los ‘guerreros multimediáticos (que pronto abrazaran a los actuales triunfadores, como si de hermanos se tratase). Claros y oscuros de una gestión que ocupará un lugar preponderante en los libros de historia de la próxima generación (lamentablemente). Sin embargo, hay que tener en cuenta un aspecto vital: la grosera victoria de Cristina Fernández de Kirchner, ergo la humillante derrota de la totalidad del circo opositor, no fue obra de un objeto transcósmico proveniente de alguna galaxia distante, inconmensurable y negruzca que, burlando a la atmósfera terrestre, logró posar su masa en suelo argentino; tampoco fue obvia respuesta a una magistral estrategia de los comandos oficiales que no pueden evitar arrastrarse con tal de obtener un mínimo de aprobación; y, mucho menos, fue un regalo proveniente de los cielos donde habita el santo de la nueva era, salvador de la humanidad, héroe de millones, don Néstor Carlos Kirchner. Lo acontecido fue obra y gracia de una población hipócrita, que cree que está viviendo en un mundo casi perfecto, donde la igualdad, la inclusión, la solidaridad y el trabajo son sinónimos de ‘Argentina’; personas que, como les gusta ese mundo casi perfecto, deciden que todo se quede como está. ‘Mejor malo conocido, que malo (y viejo) por conocer’. 'En cuatro años vemos a quién votamos... ahora vamos a lo seguro'. A mí también me gustaría creer en lo que ellos creen, o por lo menos tomar o fumar lo que ellos beben y fuman.
Se me puede criticar el análisis frívolo y simplista que hago para ningunear once millones y medio de votos? Si. Me importa? No. Por qué? Simplemente porque también fui testigo del furibundo y sepulcral desconcierto que dominaba la galaxia oficialista ese triste domingo de invierno, preludio del caos trepidante de la última desgracia. Un desconcierto que está muy muy lejos de la actual algarabía de los fieles seguidores de San Néstor. Tal vez no sea suficiente justificativo. Veamos...
Todos podemos tener distintas concepciones de la realidad (del país) en que vivimos (reptamos). La gran mayoría de la población se ha olvidado de la ‘primavera menemista’, de la década del ’90, de la convertibilidad, y todos los genes del mal que una vez criticaron con pasión desenfrenada. Hace quince años, todos creían (no me incluyo pues no tenía idea de nada – más o menos como ahora) estar viviendo en un paraíso sin barreras de tiempo ni espacio. Se conformaban con el ‘uno a uno’ y aplaudían sin cesar (^_-) al dios de antaño, Carlos Saúl Menem. No niego que haya dado la sensación que estábamos, finalmente, en un país globalizado y pujante. Pero no era la verdad de la milanga. Era una vaga ilusión. Durante el mandato del sucesor del Turco (Fernando de la Rúa) se pagaron las consecuencias del desmadre sin precedentes cometido por los políticos a cargo (delincuentes, lisa y llanamente) y por las personas que los pusieron al frente de la nave llamada ‘Argentina’: el electorado. El castillo de frutas y verduras, el imperio de ilusiones creado por entidades fuera de control, se vino abajo en un santiamén, dejando por el piso a los responsables antes citados, pero también a los que nada tenían que ver. Las llamas consumieron gran parte de la Nación. Y fue el momento propicio para que los falsos ídolos, los salvadores de cartón, hiciesen su triunfal entrada, frotándose las manos ante el inmenso botín de las Pampas, aguardando pacientemente que regresaran los boludos que se comieron la galleta de la prosperidad de los noventa. Por lo tanto, más del 54% de los adultos habilitados para votar, tiene más de una concepción de la realidad: una que le conviene, donde critica la era menemista (que ‘no debe repetirse’… ‘nunca más’) y se preocupa por el bienestar de todos, y otra que no le conviene, donde alaba las interminables y más disparatadas falacias, anteponiendo (como los políticos han enseñado) sus propios intereses antes que los de la totalidad. Es, en efecto, muy triste, pues están denostando sus propios ideales, subyugándolos a la voluntad de la sucia política que tanto criticaron (hace no mucho tiempo), y que, gracias al aporte ciudadano y al de los sectores de poder, es hoy vista como ‘el todo’.
Como dije, habrá quienes consideren vagas y resentidas las opiniones de este humilde redactor, declarado opositor de la actual conducción del país. Sobre todo por la derrota escandalosa en la que incurrió el bando que me representa (entre comillas). Incluso me gritarán a viva voz ‘la tenés adentro’. Pero, como hace dos años, pertenecer (entre comillas) al equipo perdedor no significa estar equivocado del todo, ni regalar el derecho a exponer el descabellado pensamiento humano. La desidia y las mezquindades del circo compuesto por Duhalde, Macri, The Narváez, los hermanos Rodríguez Saá, Carrió, Justin Binner, Alfonso Jr., han contribuido a crear una imagen bondadosa y benefactora de Kristina y del fallecido Néstor, lo cual dista de la cruel realidad. Sin proponer absolutamente nada, sin debatir con fundamentos, inmersos en la campaña más espantosa de la que se tenga memoria (incluso peor que la de 2003), y pronosticando el fin de todo una y otra y otra vez (matate Camping) con infinita malignidad, quisieron destronar al peronismo menos peronista de la historia; sin embargo, la mayoría de la Nación los puso en su lugar y votó por el ‘proyecto nacional y popular’ de Kristina y San Néstor. Tal vez, sea el mal menor.
Aunque el futuro sea difuso, la realidad es muy clara. La política, como dicta la historia del país, se superpone a todo y digita, sin vacilar, el rumbo que deben proseguir el resto de los sectores. La economía, aislada momentáneamente de la tempestad que promete con desolar el viejo continente, deberá afrontar problemas que responden a la mismísima concepción del ‘modelo’. Ya no basta con vender toneladas y toneladas de granos a las superpobladas naciones emergentes como India y China, para recaudar y recaudar. Es hora de reactivar genuinamente la industria y el consumo. Hasta ahora, el dinero de los impuestos que todos pagamos (o decimos que pagamos :P) permitió subsidiar, desde las tarifas de transporte y energía, hasta el fútbol, surcando los cielos de las asignaciones familiares (que en ocasiones rozan lo limosnero). Es así que las clases consumidoras por excelencia disponen de jugosos billetes para gastarlos en lo que le plazca, preferentemente para vencer a la inflación devoradora de almas y no por impulsos reales de consumo. Claro, entre los bienes que uno puede adquirir (con la expansión casi sin límites del crédito) NO están los inmuebles. Es decir, uno puede tener cuatro o cinco LCD, dos o tres autos, una puta moto, pero no tiene donde enchufarlos o estacionarlos ya que es prácticamente imposible alquilar una casa, un departamento o una cochera, y mucho menos comprar. Pero algo es algo no? Votemos a Kristina entonces! Tienen tanto derecho a hacerlo, como tengo derecho yo a criticar ese accionar tan simplón. Gracias a los regalitos (sobre todo para sindicalistas, que se llenan los bolsillos mientras los trabajadores tienen obras sociales y sindicatos que no les dan pelota) se mantienen a raya las ‘revueltas’ que desquiciaron a otros, y los sectores bajos, los medios y los altos mantienen un delicado silencio que solo se rompe en la intimidad. Nadie resiste a la tentación de votar a Kristina, aunque la odien y lo expongan a otros con fervor peronista… Las tasas de desempleo, indigencia, pobreza e inseguridad han caído. Sin embargo, se puede creer en las cifras que da el INDEC? No lo se. Aparentemente el 52% de la población le cree o no le importa lo que diga el comandante Moreno (que, paradójicamente, dejó sin empleo a los auténticos trabajadores del Instituto). El pueblo ha recuperado la dignidad. O eso parece. Mientras los griegos, los españoles, algunos neoyorquinos y demás ciudadanos del occidente que una vez fue todopoderoso recrudecen las protestas contra sus gobiernos (preocupados por los bancos y no por su gente), los argentinos festejan, y ven con inefable esperanza el futuro de sus hijos y nietos. Los salarios alcanzan cifras épicas. El consumo no se detiene ni siquiera por el terror que esparcen los agoreros del infierno encabezados por Magnetto (un pobre diablo). La corrupción de los Schoklender y los Jaime prácticamente no existe. La indiscreta discrecionalidad de De Vido, a nadie le importa una mierda. Sobre todo al invisible y patético Poder Judicial, que golpea en la espalda a los amigos y les sirve un brandi, y persigue a los enemigos. Y la juventud se agolpa en las plazas para homenajear a los pañuelos blancos (sucios con sangre, aunque digan lo contrario) y también para adorar a San Néstor, protector de los que menos tienen. El sarcasmo también te lo metés en el orto. Bien en el orto.
Hace poco más dos años, en ‘Gripe K’, escribí “hay que dejar de hacerse los boludos, mirar hacia adelante y edificar de una maldita vez, un país decente […] no más quilombos... no más obsesión por el poder absoluto”. Con la inocencia de un pequeño de jardín o de preescolar, esperaba un cambio en la política (en la forma de hacer política), y también en la sociedad. Eran esos, sentimientos motorizados por la última desgracia que habitaba, en aquellos días helados, todos los rincones de mi alma y mi corazón. Encandilado por el brillo del sol, creía que la ‘fiesta para unos pocos’ se había terminado. Era un pelotudo entonces. Creía estar viviendo una fantasía hermosa… Como los argentinos que ovacionaron sin parar a Menem desde Miami… Como los argentinos que hoy vitorean a Kristina y endiosan a don Néstor hasta quedarse mudos (y también sordos), sin darse cuenta que viven en un mundo hecho de papel higiénico, dominado por la maldad, la desigualdad y el odio hacia los que piensan distinto… mejor dicho, hacia los que piensan... Pues, hoy, la conducción del país, no ve con buenos ojos a los que piensan, analizan y critican su accionar. Espero que dentro de diez años nadie se lamente por haber metido la boleta azul en la urna de cartón, silueta determinante del futuro de los argentinos que viven con una venda en los ojos.
VAAAAAAAAAAAAMOOOO’ MEEEEEEENEEEEEM!!!
Written and Posted by Cesar de la Luz
Dedicated to the loving memory of Muammar Gaddafi